[PROYECTOS ANTERIORES] Ensayo: El Artista Original



Proyectos Anteriores como aporte al currículo actual de primer año:
El Artista Original. 
Apariencias y Realidad desde la Prehistoria del Arte.
Ensayo escrito por María de la Paz Ortiz Madariaga para la asignatura de Fundamentos Teóricos del Arte I.
Licenciatura en Arte, Universidad de Playa Ancha. 
Entrega a 17-Abril- 2017.

       En primera instancia en este ensayo quisiera entrecruzar lo analizado desde el documental de La Cueva de los Sueños Olvidados de Werner Herzog, las lecturas de La Alegoría de la Caverna de Platón, Las tres edades de la mirada de Regis Debray y Las meninas de Michael Foucault. Además de realizar comparaciones de lecturas previas que a mi consideración pueden aportar a este escrito, como lo es el ensayo ¿Existe arte prehistórico? De Víctor Alvarado Dávila analizado en Historia del Arte I y El elogio a la sombra de Juunichiro Tanizaki  como parte de mis lecturas personales.


Titulo este ensayo como: El Artista Original. Vamos a permitirnos el no polemizar sobre lo que es ser artista y lo vamos a interiorizar de manera intuitiva entendiendo que artista es quien a través de una técnica y estilo pictórico plasma una intención, su mirada, sobre una superficie determinada independiente de la época o si se hablaba de arte o no. Pasaré este debate por alto para poder comunicar mi intención. Entonces nuestra siguiente interrogante sería ¿Qué es ser original? Cuando hablamos de originalidad pensamos en lo que no tiene comparación, en lo que no se ha hecho antes. Actualmente buscamos como artistas la originalidad aunque crear de la nada es imposible, pero lo intentamos en nuestra infatigable producción. Buscamos aquello que nos hace únicos y diferentes, buscamos ser el primero en lo que hacemos, a veces sin saber qué significa ser el primero ¿No es primero quien en un principio hizo lo original? Lo original es aquello que originó todo lo demás. Quisiera hablar entonces del Artista Original, como aquel ser humano primigenio, aquel individuo que salió de la caverna y tuvo una revelación. Pudo ser o no el mismo que descubrió el fuego y en un momento lo vio de otra forma: estuvo frente a frente con las sombras sin miedo, identificándose en ellas. Hablo de aquel que salió de la cueva e intentó mostrarle a su clan lo que podía ver como individuo particular, su mirada. Aquel que utilizó las luces y las sombras. Aquel ser cuyo estilo de representación antecedió a la escritura y probablemente el mito.  

¿Sería muy atrevido de mi parte si propongo que el Artista Original inventó el mito aun sin estar consciente de esto? Pudo ser este Artista Original una especie de demiurgo, que luego se transformaría en un mago para sus iguales, un nexo entre el gran espíritu y su existencia humana. Más tarde un sacerdote. Sería el que daría origen a la escritura, el que a través de sus representaciones intentaría explicar lo inexplicable de su revelación de manera que aquellos que permanecían en la cueva entendieran el mundo a través de sus ojos. Seguramente fue el primero en muchas cosas y no lo comprendieron. Pero tan solo podemos suponer, hacer conjeturas sobre todo lo demás que desconocemos. Me parece un ejercicio reflexivo interesante de realizar de todos modos.

En La Cueva de Chauvet (32.000 a.C.) alguna vez donde estuvo la entrada, antes de un gran derrumbe, llegaba la luz del sol. Fue donde se realizaron unos primeros dibujos lineales, marcas, incisiones en las paredes y cuando te adentras en “la oscuridad interior de la cueva que no es la de la noche ni la de la ignorancia” -según Peter Burger- puedo decir con toda seguridad y un toque romántico que la cueva es el interior de una bóveda de sueños que se abre. Las pinturas únicamente se revelan a la luz de la hoguera y sólo podían ser vistas de esta forma. La bóveda se cierra al consumirse el fuego y apartar la luz. Este fuego intenso y tembloroso que acariciaba con su hollín los ojos de los presentes probablemente provocaría que estos animales perpetuos, atrapados en la piedra, se movieran, respiraran y recorrieran las paredes, como seguramente cobrarían vida los huesos de los animales fundidos por el tiempo el suelo de la caverna al proyectar sus sombras. Como nuestras sombras rebotarían apartando la luz de sus contornos para mostrarnos una realidad que es y no es. La fuerza de las pinturas puede estremecer si pensamos cómo el interior de la cueva se llevó el último aliento de algunas bestias y lo impregnó a modo de espíritu en cada rincón. Eso es lo que se puede percibir a través de las cámaras siendo conducidos por el relato poético del narrador del documental. Pero sabemos que ahí reside una especie de magia. Una frontera inexistente entre lo real y lo irreal. Un túnel que nos lleva a conectarnos con ese Artista Original y preguntarnos qué pasó por su mente, por su mirada, por sus sentidos ¿Era su mano la mano del espíritu mismo? Aquel espíritu del que hablan los nativos Australianos, que restauran estas historias en los muros de las cavernas aún hoy día y que seguían viviendo de la misma forma que hace miles de años como cuando el tiempo no cambiaba. Como cuando pasaban 5000 años de diferencia entre unos y otros dibujos y la vida era la misma. Donde ellos son uno con el espíritu.

Seguramente por la noble causa de la preservación de la cueva no podremos saber a ciencia cierta cómo se veían estas pinturas con el fuego. No sentimos aquella atmósfera mágica que les era revelada únicamente a los visitantes cavernarios con sus antorchas y el calor de las hogueras a través de las capas de piel con las que probablemente se protegían del frío nuestros ancestros. Sosteniendo esta idea de cómo una atmósfera propicia influye en los sentidos quisiera regresar velozmente a un tiempo más contemporáneo. Puedo entonces hacer mención del maestro Tanizaki, escritor japonés del siglo XX, en su ensayo “El Elogio de la sombra” donde nos habla desde su perspectiva cultural acerca de cómo las sombras nos permiten percibir la realidad. Cómo éstas nos dibujan los volúmenes y nos dejan ver lo que nos cegaría si nada más hubiese luz. Se contrapone su visión oriental a la visión occidental en donde la luz es el único medio por el que podemos ver, en este caso el elogio de los impresionistas. El escritor quien es muy quisquilloso acerca de cómo la sombra influye en cada aspecto de la vida, explica cómo la luz propicia nuestro entorno como si se tratara de un escenario en que nosotros mismo somos los actores. Así nos habla con nostalgia de antiguos tiempos en los que las formas tradicionales de representación teatral japonesa -Nō y Kabuki- eran ambientadas con el fuego de lámparas de aceite y cómo el aroma influía en la atmósfera de la puesta en escena, como el titilar de la mecha era parte de esta representación y que desgraciadamente en la actualidad el teatro para él carecía de forma y fuerza debido a la instalación de iluminación artificial, con la electricidad traída de occidente que si bien intentaba replicar esta atmósfera inicial, no se sentía igual y no era la misma forma de percibir las sombras que proyectaban las lámparas de antaño ¿Acaso no influye la luz en nuestra percepción de la realidad?

Con un nuevo salto temporal quiero dirigirme a la segunda mitad del siglo XIII. A través de los relatos de "Las vidas" de Vasari, visualicemos al joven pastor que el mundo conocería como Giotto, quien es descubierto por Cimabue dibujando a sus ovejas, observando la naturaleza, representando lo que veía a diario como si el tiempo no fuese a pasar nunca, veía estas formas constantemente y las podría replicar de memoria puesto que no tenía más distracción que aquella ¿Es Giotto el Artista Original de su tiempo? Representando lo tridimensional de manera natural e intuitiva sin previa instrucción académica ¿Podemos acaso nosotros soñar y vernos en el lugar del Artista Original? Permitámonos volver a esa inocencia por un instante, que se asusta al ver su reflejo en el agua o en un espejo. Retrocedamos otra vez a ese momento del pasado en que el primer humano salió de la cueva que le refugiaba y a la que volvía tras un día de ardua recolección, de caza, de huir de algún depredador. Ese momento de ocio en que ese individuo se apartó de los demás y vio su reflejo en un arroyo helado tal vez, pero ahora no solo se vio, él se observó y se contempló así mismo en la inmensidad congelada a su alrededor cómo si esta nunca fuese a cambiar. Qué tal si vio más que un reflejo, seguro habría querido atraparlo algunas veces o sacarlo del agua pero este se escurriría cortante entre sus dedos. Un reflejo tan frágil como la vida de la presa en manos del cazador. Tal vez intentó imaginar una forma de atrapar esta vida, estas bestias, este espíritu. Seguramente ya habría jugado con un trozo de carbón rayando la piedra sin ser consciente de esta materialidad, tal vez solo intentaba apagar una braza y se encontró con los dedos tiznados. Al recordar esto ahora tendría consciencia sobre la mancha del carbón, sobre la huella, sobre la marca, seguidamente empezaría a probar otras materialidades, tal vez un intento de esto fue plasmar su mano con un pigmento diferente que fuese más duradero que el hollín o rayar la piedra con un objeto punzante. Así se dispuso a capturar estas bestias lo más preciso que podía guiado por este espíritu que no conocía más que presente. Bestias que conocía muy bien y que a través de su mirada transportaba al interior de la caverna depositándolas en la piedra por medio de las siluetas características que ya conocemos. Aunque una vez más son sólo suposiciones, entendemos que exista una inquietud por comunicar que trasciende las edades y las culturas. Hacer permanente lo efímero, la vida, cómo le damos sentido a nuestra existencia a través del mito y de lo que nos toca vivir. Generamos historias que se pasan de generación en generación, a través de la oralidad desde mucho antes de la escritura. Puede ser que la intención del Artista Original se haya perdido así como el sentido de nuestra existencia, pero esas representaciones se mantienen en la piedra para decirnos, aquí estamos, aquí está nuestro espíritu, respíralo, atrápalo con tus sentidos y viaja a nuestro tiempo. Homo Spiritualis.

     Cuando se trata de representación y de desdibujar la línea entre lo real y lo aparente, trazando otra línea para cruzar ese límite haciendo un puente entre la ilusión y la realidad, Velázquez nos lleva a otro nivel representando la representación misma en una metalingüística pictórica. Las Meninas es un juego bien pensado para cuestionarnos ese límite. Nos encontramos ante una composición ambivalente con múltiples lecturas, como si se tratara de un espejo reflejado en otro espejo ¿Dónde se sitúan las figuras y dónde el fondo? ¿Somos los espectadores quienes contemplan el cuadro o somos los contemplados desde el cuadro? Pareciese que hay una dimensión virtual congelada entre quienes hacemos de espectadores, los reyes ausentes (pero paradójicamente presentes en el espejo) y la escena del espacio representado. Lo que vemos es un reflejo. Velázquez pintó frente a un espejo. Podemos hablar de una proyección anacrónica del espacio real dentro de la virtualidad bidimensional que nos engaña y nos invita a adentrarnos en la habitación para viajar con la imaginación. Aquella proyección ha capturado a los modelos y sus tiempos en momentos diferidos al servicio de la composición. Así como en las cavernas, pareciese de pronto que nosotros también somos parte de la composición. Llegaríamos incluso a ser el objeto de observación de los personajes plasmados en la obra y su espíritu impregnado en la superficie. Puede que Velázquez se haya encontrado con el Artista Original en su interior mostrándonos una forma diferente de ver, otra forma de percibir la realidad y de vernos a nosotros mismos preguntándonos qué es lo que vemos y qué representamos como artistas.





Concluyo haciendo una revisión de mi análisis pasando por las diferentes edades de la mirada según Debray:

             El documental que es un medio audiovisual, una simulación, hace el cruce de lo oral y lo visual unificado presentándolo en tiempos avanzados de la Videósfera con la tecnología presente. Nos remonta también al elemento mágico situado en la Logósfera, lo supersticioso y sobrenatural. Aunque cabe recalcar y aclarar que estas pinturas rupestres anteceden a la escritura por lo tanto anteceden al periodo que Debray define como logósfera que va desde la invención de la escritura hasta la imprenta. Herzog nos muestra una magia que imaginada pudo ser incluso más real que la virtualidad de la Videósfera. Como bien sabemos antes de la escritura está lo oral, pero con ello lo visible, lo sensible, todo lo que podemos percibir a través de nuestros sentidos. El antecedente de la escritura es el dibujo, que viene a darle corporalidad a lo oral, llevamos imágenes mentales a lo audible, intentamos nuevamente comunicar y expresar nuestro interior.
         
         A partir del análisis hecho basado en la lectura de Las Meninas de Foucault nos ubicamos en la Grafósfera desde el medio escrito. Cuando habla de la representación física misma de la representación, pareciera que nos trae a la Videósfera describiéndonos la virtualidad presente en esta obra y nos da un indicio casi imperceptible de Logósfera al ser la imagen representada “vidente” y la posibilidad de contemplarnos a nosotros como contempladores. Somos el espejo en el espejo de una realidad reflejada en nuestro interior que buscamos plasmar de acuerdo a nuestra mirada. Asociamos, recordamos, relacionamos y tratamos de comunicar esta información de una manera particular generando un relato propio. Absorbemos la mayor cantidad de información posible para poder comunicarnos y entendernos en un mundo en el que todo parece ir muy rápido, donde hay exceso de información en determinadas ocasiones, la cual debemos aprender a filtrar activamente como observadores críticos. MDLPOM



Fotografías: María de la Paz Ortiz
Cuevas de Nerja en Málaga, España - Octubre 2019
 *Notas actuales sobre la experiencia en Nerja: 
       Las cuevas de Nerja fueron descubiertas en 1959. Se han encontrado pinturas que competirían con las de la cueva de Chauvet, si no fuera porque los registros que tienen datados de 42.000 años se hicieron sobre carbones hallados cerca de las pinturas, las cuales datan de entre 18.000 y 20.000 años. Pinturas que ya no están a la vista del público por motivos de preservación. Pude tomar estas fotografías desde mi celular (nunca se me ha dado bien la foto). Como es lógico las fotografías con flash no están permitidas, porque la luz artificial hace que crezcan unos organismos en forma de algas verdes en la piedra (En algunos sectores donde están los focos ocurre esto). La cueva por dentro parece una catedral gótica surrealista, es como una ciudad monumento de las sombras y el eco. De tanto gotear el agua por siglos, se forman las estalactitas y las estalacmitas. Hay manantiales que corren a través de algunas paredes. Es una caverna viva, se escucha como si respirara, lo que le da una sensación de amplitud vertiginosa al recorrido cerrado, muy contraria a la claustrofobia. Seguramente si te extraviaras a oscuras dentro te parecería un laberinto abismal de la perdición, pero también encontrarías un refugio natural capaz de brindar protección, calor y agua, por lo que si te encuentras a merced de los depredadores en el exterior la cueva parece una excelente elección para iniciar una vida comunitaria en su interior, hace treinta o cuarenta mil años claro.




Bibliografía
Platón, La República. CEPC. Madrid. 1997
Debray, Régis. Vida y Muerte de la Imagen, Historia de la Mirada en Occidente, Libro II El Mito del Arte, 8. Las tres edades de la mirada, Buenos Aires, Editorial Paidos, 1994.
Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, (Edición revisada y corregida) (Spanish Edition). Madrid, España: Siglo XXI, 2010.
Tanizaki, Junnichiro. El elogio de la sombra, Rancagua Chile, Editorial Independiente Iconbototos, 2016.
Vasari, Giorgio, Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos. Madrid, España. Catedra Ediciones, 2012.

Artículo
Alvarado Dávila, Víctor. ¿Existe 'arte prehistórico'?. En: Gazeta de Antropología, Nº 24 /1, 2008, Artículo 17 http://hdl.handle.net/10481/6995

Documental
Herzog, W (Director). 2010 The cave of forgotten dreams. Canada, Creative Differences

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